Desde el día en que nacemos iniciamos nuestro
“viaje”, el viaje de nuestras vidas. Los primeros años guiados y acompañados
por nuestros padres en el mejor de los casos, para otros por familiares
cercanos, pero siempre de la mano de seres que van formándonos, moldeándonos.
Pasan los años y el entorno también se hace
cargo de tallar nuestra personalidad y carácter, generamos amistades alrededor de nuestros
hogares, en nuestros sitios de estudio,
trabajo; todos estos lugares y las personas que forman parte de ellos nos van
moldeando.
http://www.lasonrisaesgratis.wordpress.com |
Así transcurre nuestro viaje cargándose de
sensaciones y emociones placenteras y no tanto y cada día representa un
aprendizaje. Cuando se nos dan los elementos necesarios para emprenderlo
nuestros sentidos están más ávidos, más despiertos y valoramos y aprendemos de
cada experiencia.
Llega el momento de transitar solos y
emprender el camino volando del nido, para ello creemos conveniente cargar nuestra mochila de
todo aquello que consideramos nos será de utilidad, sin embargo esta va llena
de “objetos inútiles” y “objetos de valor”, como son los valores, principios,
compromisos sociales, autocrítica, autoestima, responsabilidad, consciencia,
determinación, deseos, desamor, rencor, culpa, envidia, egoísmo, rabia, perdón,
amor……. La lista es realmente interminable.
En el viaje se van suscitando momentos en
donde afloran cada uno de esos “objetos” que llevamos en la mochila, en mayor o
menor medida. Muchos de ellos no nos permiten disfrutar los detalles de la
carretera, del camino; apreciarlos, entenderlos. Cuestionamos el por qué esos
detalles están ahí, por qué suceden, por qué nos agobian (aquellos que
consideramos en nuestra contra). Nos
empeñamos en racionalizar todo lo que sucede a nuestro alrededor y nos perdemos
la “magia de la creación” y la oportunidad de aprender y crecer con cada
obstáculo que se va presentando.
Los años y la experiencia nos dan la
sabiduría necesaria para ir desechando “objetos” de nuestra mochila y al
sentirla más liviana el viaje se hace más placentero. Analizamos que hemos
perdido tiempo valioso cargándolos y llevándolos a cuesta innecesariamente y al
momento de deslastrarnos de ellos sentimos un alivio inmenso y el subconsciente
nos grita ¿Por qué no lo habías hecho
antes?, no te agobies, la respuesta al subconsciente es sencilla ¡No estaba
preparado para dejarlos atrás!
Seguimos transitando, aprendemos a ver con
los ojos cerrados, a sentir en su máxima expresión, a percatarnos de
situaciones que siempre han estado pero antes no las notábamos, a valorar la
carretera. Esta por un momento se vuelve un camino de piedra, otro una vía
asfaltada y hasta llega a transformarse en una gran autopista donde el viaje se
hace más vertiginoso; cada una nos permite vivir una sensación distinta, a cada
una la sobrellevamos y seguimos dejando en ella restos de nuestra pesada
mochila.
La mochila se libera y se vuelve a cargar de
“objetos nuevos”, a ellos hay que aprender
a valorarlos, aprender a reconocer cuales merecen la pena cargar en la
mochila porque en algún momento nos serán necesarios para conectarnos a tierra,
recordarnos quiénes somos, de qué estamos hechos y a dónde queremos ir; por
otro lado es importante ir dejando a orillas de la carretera los más pesados,
que no nos permiten avanzar, los que nos anclan en el pasado, en la zona de
confort y no nos permiten extender las alas.
Cada día tenemos menos fuerzas para cargar la
pesada mochila y por experiencia y necesidad la vamos vaciando, dejando más
espacio para albergar el “objeto” más valioso, el Amor, que nos mantiene firmes
en el recorrido. Al final y rememorar el viaje, será una experiencia
maravillosa, con sus agridulces sabores, pero maravillosa, que al final del camino sintamos que valió la
pena lo vivido, que dejamos una huella a nuestro paso que será digna de seguir
como guía.
http/www.bebeseguros.com |
Apuntemos la vista siempre hacia el
horizonte, apreciando la carretera que nos ha tocado transitar para hacer
nuestro preciado viaje, recorriendo nuestro destino. Viviendo el día y la
noche, adaptando nuestros sentidos a la luz y a la oscuridad para apreciar lo
que nos ofrece. Aquí me permito parafrasear a un ser humano de calidad
especial, quien me comentó su interpretación de la carretera y el viaje,
permitiéndome visualizar este escrito y analizar el entorno de una forma
diferente…… Viendo a través de la
carretera lo que esta transmite luego de una torrencial lluvia, al culminar y
seguir transitando observamos el reverdecer del paisaje, un pasto suavizado
bajo la presión del agua que aún yace en él; agua que se ha desplazado a
cántaros creando charcas a su paso, dejando evidencias de la intensidad de la
tormenta. Desplegándose aún por la carretera que se observa húmeda, escurrida,
no mojada, la vivimos, la inhalamos y apreciamos el olor a tierra mojada, que
no significa el llanto del cielo, sino un nuevo renacer, reverdecer y la
cautela con que nos obliga a transitar. Esa humedad nos inunda el alma de
renovadas energías para continuar disfrutando el viaje y descubriendo las sensaciones de la carretera.
No hay comentarios
Publicar un comentario